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marzo 28, 2024

CREI POR LO CUAL HABLE

"…Creí, por lo cual hablé, nosotros también creemos, por lo cual también hablamos…" 2 Corintios 4:13

Considerémonos Unos a Otros

Considerémonos Unos a Otros

(Cómo estimularnos al amor y a las buenas obras)
Hebreos 10:24,25

Por Wayne Partain

Introducción.

A.    La carta a los hebreos fue escrita para evitar la apostasía (2:1,2; 3:12,13; 6:4-6, etc.).

B.     Heb. 10:24,25, «y considerémonos cómo estimulamos unos a otros al amor y a las buenas obras, no dejando de congre­garnos, como algunos tienen por costum­bre» (LBLA). La obediencia a esta exhortación tiene mucho que ver con el tema de evitar la apostasía. Cada cristiano s guarda de su hermano. La mayoría de los miembros que se apartan de la iglesia son los que no tienen lazos estrechos con otros miembros.

I. La Palabra «Considerar».

A.    He 10:24″. Significa estar consciente de, tomar muy en cuenta, estar atento a, no ignorar, no descuidar, no ser indiferente hacia, estar sinceramente interesado, solícito.

B.     Ejemplos de su uso: Luc. 12:24,27, que sus discípulos consideren cuidadosamente los cuervos y lirios (fijarse atentamente en ellos); Hech. 11:6, Pedro, describiendo su visión dijo, «fijé en él los ojos, consideré y vi ..»; 2 Tim. 2:7, «considera lo que digo»; Heb. 3:1, «considerad (plenamente) al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús»; 1 Ped. 3:7 enseña cómo el marido fiel considera a su esposa: «vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil».

C.    Por lo tanto, cada cristiano debe tomar muy en cuenta a sus hermanos en Cristo, estar muy consciente de la condi­ción espiritual de cada uno. Considera cuidadosa y solícitamente las pruebas, las dificultades y flaquezas unos de otros, con el propósito de estimular el uno al otro a tener más amor y de-mostrarlo en buenas obras. Somos «hermanos». Tenemos el mismo Padre. Somos familia. Compartimos toda bendi­ción espiritual. Compartimos los mismos deberes, soportamos básicamente las mismas pruebas. Tenemos el mismo propósito en este mundo y debemos, pues, ayudamos y alentarnos unos a otros para poder realizarlo.

II. ¿Por Qué y Cómo Considera el Cristiano a sus Her­manos?

A. En Heb. 10:24 esta palabra se refiere al estímulo o excitación espiritual que cada cristiano debe provo­car en sus hermanos. El amor de este texto (agapao) es el amor de comprensión inteligente unido con propósito sano, y esta clase de amor siempre produce bue­nas obras. (Este amor es conocido solamente por sus acciones). Es la raíz de las buenas obras. El Señor requiere que hagamos buenas obras (Hech. 10:35; Tito 3:1,8; Sant. 2:24, etc.), y sin faltar haremos buenas obras si

 existe entre nosotros la consideración mutua.

B. Asistir para estimulamos. Heb. 10:25 se cita frecuentemente para estimular a los miembros a asistir a las reuniones, pero en este texto la expresión «no dejando de congregarnos« explica cómo nos estimulamos los unos a los otros al amor y a las buenas obras. En las reu­niones mismas recibimos este aliento (excitación, estímulo).

1.       Los cantos. ¿Qué hacemos cuando cantamos himnos? «Enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales» (Col. 3:16). Nos enseñamos y nos exhortamos cuando cantamos en la asamblea. Todos deben cantar porque todos deben enseñar y exhortar con cantos. No debe haber solos, duetos, cuartetos, coros, etc., porque todo miembro debe cantar para enseñar y exhortar a los demás. Los instrumentos musicales no enseñan y exhortan, y si lo hicieran y fueran incluidos en el mandamiento de Efes. 5:19 y Col. 3:16, entonces todo miembro tendría que tocar instrumentos.

      Los himnos estimulan y animan. Por eso debemos llevar el compás y no «arrastrar« los himnos como si estuviéramos indife­rentes y aburridos (Mal. 1:13), sino que debemos cantar cada himno con ánimo. Los himnos no son para adormecer, sino para enseñar, para exhortar y para estimular.

2.       La predicación debe enseñar, ex­hortar, corregir, amonestar y estimular. Es indispensable que cada sermón se prepare bien y que se presente con ánimo. La palabra de Dios es viva y eficaz. Nuestra predicación de la palabra debe corres­ponder a esto. No conviene dejar la impresión de que la palabra sea «letra muerta», como dicen los pentecostales. El deber tanto del predicador como el de los oyentes es grande y serio. En cada reunión y en cada clase bíblica debe haber buena alimentación y mucho aliento para todos.

3.       Los demás actos de culto. En fin, todo el servicio debe ser alentador. El acto de participar de la mesa del Señor debe ser muy edificante porque la copa es comunión de la sangre de Cristo, y el pan es comunión del cuerpo de Cristo (1 Cor. 10:16). En las oraciones nos comunicamos con nuestro Padre Celestial, dándole gracias y haciéndole nuestras peticiones. La ofrenda no es simplemente cuestión de «dar dinero», sino es una verdadera expre­sión de nuestro amor por Dios y su obra. Nos alentamos en estos actos de culto. Nos estimulamos los unos a los otros.

C.    No dejando de congregamos, como algunos tienen por costumbre. ¿Por qué tienen algunos la costumbre de descuidar la asistencia? La razón principal es el desaliento. En aquel tiempo tal vez algunos dejaban de congregarse por temor a la persecución. Tal vez otros no reconocían la importancia de las reuniones. Posible-mente no asistían algunos porque no les gustaba el predicador, o por lo muy sen­cillo del culto, o por la falta de «templo», etc. Hoy en día también el problema prin­cipal es el desaliento. Pero ¿cómo se com­bate el desaliento? ¿Dónde se recibe el aliento? En las reuniones. Muchos miem­bros no buscan primeramente el reino de Dios (Mat. 6:33), sino sus propios inte­reses (Fil. 2:21). Sea lo que sea la causa del problema, el pensamiento principal en Heb. 10:24,25 es que los que dejan de congregarse, aparte de no agradar a Dios y de no recibir beneficio espiritual, no consideran a sus hermanos, porque en lu­gar de estimularlos, su ausencia los desalienta.

D.    Aquel día, «y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca». No es posible ver el acercamiento del Día Final, porque Jesús vendrá como ladrón en la noche (1 Tes. 5:2). Es muy probable que se refiera a la destrucción de Jerusalén. Jesús había hablado claramente de este evento (Mateo 24 y textos paralelos), y mencionó las señales que sus discípulos podían observar para estar prevenidos (v. 5-7, etc.). Es probable que esta carta (Hebreos) fue escrita no mucho antes del año 70, y que los discípulos ya estaban observando las señales dadas por Jesús.

III. La Fe, La Esperanza, El Amor, Heb. 10:22-24.

A.   En varios textos. 1 Cor. 13:13, «la fe, la esperanza y el amor, estos tres». Col. 1:4,5, «vuestra fe en Cristo Jesús , y del amor que tenéis a todos los santos, a causa de la esperanza que os está guardada en los cielos». 1 Tes. 1:3, «la obra de vuestra fe, del trabajo de vuestro amor y de vuestra constancia en la esperanza en nuestro Señor Jesucristo». 1 Tes. 5:8, «vestido con la coraza de fe y de amor, y con la esperanza de salvación».

B.   Así también en Heb. 10. La fe, «acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe» (v. 22). La esperanza, «la profesión de nuestra esperanza» (v. 23). El amor, «para estimularnos al amor y a las buenas obras».

C.   Tres pasos: (1) tenemos la ex­hortación de acercamos con corazón sin-cero, en plena certidumbre de fe; (2) man­tener firme la profesión de nuestra espe­ranza, y (3) estimularnos (provocamos, excitarnos) al amor y a las buenas obras.

D.   ¿Qué indica esto? ¿Qué indica en cuanto a la fe y la esperanza de los que no manifiestan su amor en asistir a las reu­niones para estimular a sus hermanos? Si no hay amor, ¿qué tan fuerte es la fe y qué tan firme la esperanza? El escritor comienza con la fe y la esperanza del indi­viduo y de allí pasa al deber congregacional, el deber mutuo de todos de esti­mular unos a otros al amor y a las buenas y a las buenas obras.

IV. Otros Textos.

A.      Rom. 14:20,21 requiere que el hermano fuerte considere al hermano dé­bil. «No destruyas la obra de Dios por causa de la comida .. Bueno es no comer carne, ni beber vino, ni nada en que tu hermano tropiece».

B.      Fil. 2:4, «no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros». Este texto también requiere que haya consideración del hermano. El v. 3 dice, «con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo». Esta enseñanza es para destruir completamente el egoísmo para que cada uno considere a su hermano y para que busque su bienestar.

C.      Mat. 7:12, «Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos». Si queremos que otros hermanos muestren la consideración hacia nosotros, entonces debemos practicar lo mismo con ellos.

Conclusión.

A.   La apostasía. Los que dejan de reu­nirse para estimular unos a otros toman uno de los primeros pasos hacia la apostasía.

B.   Provocar en sentido malo. Gál. 5:26, «No nos hagamos vanagloriosos, irri­tándonos (provocándonos) unos a otros». Esta clase de provocación es carnal (v. 20). La enseñanza de Heb. 10:24 es todo lo contrario: debemos provocar (estimular, excitar) unos a otros al amor y a las buenas obras. Lamentablemente muchos hermanos hacen lo que Pablo prohibe y no hacen caso de lo que Heb. 10:24 dice.

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